Ser morena en el cine: Lo que nadie quiere ser

Por Fabiola Santiago

Modelos a seguir para mujeres y niñas entre los 90 y 2000:

-Fey.
-Las Jeans.
-El elenco de Soñadoras.
-Daniela Luján en El diario de Daniela.
-Belinda en Amigos por siempre.
-Las protagonistas de La primera noche
-Cecilia Suárez y Susana Zabaleta de Sexo, pudor y lágrimas.
-Salma Hayek.


Fue durante la universidad cuando por primera vez me vi en una pantalla de cine: fue en el papel de Laura, en la película Año bisiesto (Michael Rowe, 2010). La actriz Mónica del Carmen interpreta a una redactora oaxaqueña que vive en la Ciudad de México intentando cobijar su soledad con encuentros sexuales azarosos. Probablemente ya había ocurrido en cintas anteriores a esa, pero mi mente guarda ese recuerdo como la primera vez que vio protagonizando con dignidad a otros ojos rasgados y abultados, a otra nariz ancha, a otra como yo. A otro cuerpo grueso siendo capaz de sentir ansiedad, goce, dolor y deseo. Una gama de sentires y acciones que rara vez se le otorgan en el cine mexicano a personas con mis características físicas.  

Un conocido me dijo un par de años después: “Siempre que veo o escucho de Año bisiesto pienso en ti. Me recuerdas mucho a esa chava”. También esa fue una primera vez: nunca nadie me había dicho que le recordara a la protagonista de alguna película. 

Año bisiesto. Machete Producciones.

La receta para brillar lo dicta: sé la protagonista de tu propia historia. Si algo me ha enseñado el cine y la televisión es que las mujeres racializadas no podemos protagonizar, ni deslumbrar. Si algo aprendimos desde pequeñas fue a ver a las personas morenas como antagonistas de lo blanco y fue que lo blanco era lo bello, lo importante, lo bueno. Si algo nos dijeron las películas, sin decirlo, es que servimos acaso como advertencia, como una mancha en el funcionamiento correcto de la sociedad, o para no opacar a los personajes principales.


Protagonistas de cintas mexicanas taquilleras de la última década:

-Cindy la regia.
-Martha Higareda en No manches Frida 1 y 2.
-Fernanda Castillo en Ya veremos y muchas películas.
-Aislinn Derbez en muchísimas películas.
-Karla Souza en ¿Qué culpa tiene el niño?


Es natural que una busque espejos en donde se pueda: en los cristales de los edificios, en la superficie brillosa de un mueble o en el lado convexo de las cucharas. Es natural, creo, que una de mis películas favoritas en mi infancia fuera Angelitos negros (Joselito Rodríguez, 1948). Entre las Barbies con las que jugaba había un par con el cabello castaño —y no rubio como el resto de ellas— y estaba Teresa, que era especial porque era de un plástico oscuro y pelo rizado; esas figuras —también alejadas de mi aspecto, pero más cercanas que las otras— tenían cierto efecto sobre mí, una mezcla de atracción y rechazo. Atracción, supongo, por las ganas de sentirme vista (al fin). Por otro lado el rechazo: ¿quién quiere ser aquello que no se quiere?

Cuando jugábamos a ser las Spice Girls, ya cerca de la pubertad, lo lógico era que yo fuera Mel B; para mis adentros, quería ser Baby Spice.  


Personajes en los que recientemente he encontrado partes de mí:

-Elena, de El otro Tom.
-Lupita la Cigarrita.
-Betty, de Betty en NY.


La receta para brillar no es para nosotras. Lo que buscamos a veces no es deslumbrar, sino ser. Existir y poder hacerlo no como personajes planos, esporádicos y acartonados, sino tener presencia desde nuestras muchas y diversas posibilidades.

Cuando miro películas en las que no existen actrices morenas me pregunto con frecuencia si es porque en el mundo de sus directores no habitan personas así. Puede ser, me respondo. Puede ser también que consideren que la piel oscura no va con la estética de su película, continúo. Qué mundo tan limitado y descolorido en ambos casos, concluyo.

Cuando salgo a la calle veo una mayoría de personas morenas, pero luego entro al cine o a una plataforma digital y en muchas películas esos colores casi no están, casi no existen. ¿Desde qué torre o élite se dibuja lo que vemos? ¿Qué miradas nos construyen y por qué nos deshumanizan?

Hemos sido la amiga sin nombre; la chola resentida; la adolescente precoz; ya fuimos la India María, decenas de sirvientas silenciosas e inmóviles, o contestonas y vengativas; la nana incondicional de algún director vanidoso. Si se nos concede la existencia, somos un personaje secundario o, con suerte, una protagonista risible o aleccionadora, un recordatorio de los peligros y vicios del mundo. 

Ya hemos sido todo aquello que nadie quiere ser.

A continuación puedes leer: Mirar lo cotidiano.

Fabiola Santiago. Reportera, crítica de cine, ensayista. Hago preguntas y escribo historias reales y fantásticas. Investigo sobre entretenimiento, cultura, y las representaciones de las mujeres y de las diversidades en la pantalla.  Veo películas y las comento con Tita, mi amiga de cuatro patas.

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